10 mayo 2006

Presentimiento

Abrió los ojos y supo que iba a morir. Transcurría su último día. Empero desconocía el procedimiento que emplearía la muerte con él. Hubiera querido quedarse en la casa, en la cama, disfrutando de los últimos momentos. De esta manera creía que, por lo menos, no iba a ser doloroso. Mientras terminaba de reflexionar sobre sus próximos pasos, salía ya camino al colectivo. Un hombre como él no podía darse el lujo de faltar a su trabajo por obedecer un presentimiento absurdo, que en cierta forma era recurrente. Seis años tardó en conseguir el puesto, no podía faltar el primer día como de gerente de ventas.

Abrió los ojos y supo que iba a morir en un colectivo. Se tranquilizó. Estaba sentado cómodamente del lado de la ventanilla, examinó el colectivo, pocos pasajeros ensimismados, ausentes. Miró por el espejo al chofer, no vio nada extraño, ni rasgos de cansancio ni de locura aparente. La calle estaba tranquila, todavía era de noche. Más tranquilo, volvió a dormitar.

No llegó a ver el camión de diarios que impactaba furioso sobre el costado, a la altura de su asiento. Probablemente tampoco supo que fue la única víctima fatal, en un accidente común de todos los días.

4 comentarios:

V. Onoff dijo...

Cabe decir que eso le pasó por ser ambicioso. Yo nunca seré Gerente y jamás moriré. Lo sé.
Soy inmortaaaaaaaaaaaalll...





(jajaajaa... ocupado... muajajaja...)

Demy dijo...

Sos inmortal, sin duda.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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