05 junio 2005

Seis mesas

Seis mesas bien puestas bailaban en el salón. Un salón expectante, todavía con la resaca de la fiesta inconmensurable que, poco tiempo antes, había dudosamente terminado; a pesar de algunos invitados que nunca más pudieron levantarse y pasaron involuntariamente a formar parte de la escena. El salón acalorado todavía miraba hacia todos lados preguntándose desde dónde vendría ahora la música, y los bailarines, y cuando comenzarían nuevamente las orgías desmedidas que había disfrutado durante toda la noche.
Las paredes latían, el silencio acechaba, la espera se mantenía firme gracias a las mesas que aún danzaban en su interior, sin arrugar el mantel, sin tocar el piso, al ritmo de un vals que nunca se tocó.
Las mesas se detuvieron recién a la madrugada con la invasión del primer policía, el salón para ese entonces ya dormía y un nuevo día miraba por las ventanas rotas. El festejo de los seis meses, como se conoció desde entonces, había terminado.
Gracias a Dios, supongo.

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