01 marzo 2006

Arquitectura

No hay azaroso destino que conciba estas líneas.
Todo a lo lejos, fuera de la humana comprensión,
está articulado por el arquitecto del mundo,
aquel que con sus hilos maneja a perfecta precisión,
los engranajes de nuestras puntuales y simples vidas.
Allá lejos, en la Fábrica del Universo todo
se escucha tic, se escucha tac, para luego tic.
Todo tiene su tiempo y lugar dentro del diseño.
Nuestros engranajes se aceitan una sola vez.
Muy pocas ocasiones nos ponen en atención del Maestro.
Deber nuestro es, cuidarnos y ser útiles al todo,
para volver, luego de una extensa pulida,
al sistema global de piezas y dientes sanos.
Si mal los engranajes se corroen
y descuidan su funcionamiento,
sin vacilar nos reemplazan por otros nuevos,
y nos tiran en la caja de la chatarra,
para nunca o quizás, volver la vista hacia nosotros.
Nos olvidan, nos desarman, nos miran con desprecio.
Ojalá no sea tu suerte, hermano mío,
y goces de salud plena en esta vida,
para que nos encontremos allá lejos en el tiempo,
otra vez, dos engranajes, algún día.

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