Un sutil respiro de mí, para cambiar de aire,
Disfruten.
Llorabas.
Con los ojos vendados y una cruz por toda boca.
Tus palabras volaban mostrando un horizonte blanco que ellos pintaban de grises caídos semana tras semana.
Besarte era lastimarse. Y la sangre, un río de piedra callado que penetraba los recuerdos desde el futuro de tu mirada desenfundada.
- No poder mirarte directo a los ojos.
Besarte era acabarse en un reguero de deseos con palabras tiesas. Y la fiebre, una tarde de pañuelos blancos mojados conversando con el viento de tu mirada blindada.
- No poder secarte los oídos del sol que imanta tu voluntad.
Soñarte era un acariciar tiburones muertos en la playa de tu inconciencia.
- No poder callarte ni desarmándote la lengua en breves jirones de frases dulces.
Tus palabras se posaban aleteando por fuera de tu boca y te miraban indolentes, queriendo de mí una complicidad que no vendo todavía.
Llorabas cuando decidí enterrarte.
- De pie, me dijiste.